El amor verdadero, ante las adversidades, crece, se hace más fuerte. Esto podría definir perfectamente a María y Pedro: amor verdadero. Aquel día María no dejaba de sonreír, algo que le caracteriza, y los ojos Pedro brillaban más que nunca, esos ojos desbordaban todo los sentimientos y nervios que estaba viviendo: el amor de su vida iba a convertirse en su mujer.
Una boda llena de risas, lágrimas, recuerdos, amistad y con un sacerdote cercano y con un corazón enorme.
Sin olvidarme de Iñaki Lungaran y su ayudante Marina, gracias por presentarme a esta pareja de la cual tanto aprendimos. Siempre es un placer vivir una boda con vosotros.